Había una vez en un país muy, muy cercano, un virus que era conocido con el nombre de Coronavirus. Este virus, como todo el mundo que se pone una corona en el nombre o en la cabeza, quería conquistar todo el mundo. Y como no tenía piernas, la única manera que tenía de hacerlo era ir saltando de persona en persona.
Vinieron los hombres y las mujeres más fuertes de todo el mundo (o mejor dicho, los que se creían más fuertes). Pero ninguno fue capaz de ganar al virus, ya que éste era tan pequeño que siempre sabía cómo esquivar los golpes.
- Y si es tan pequeño, ¿cómo lo podemos ganar? - empezaron a preguntarse todos.
- ¡Muy fácil! - dijo un niño que pasaba por allí. - Si no tiene piernas, nosotros somos sus piernas. Si nos quedamos en casa, no podrá seguir avanzando, y le venceremos sin luchar, que es la forma en la que se ganan las luchas más importantes de la vida. - dijo el niño dejando a todo el mundo boquiabierto.
Y así fue como todos los niños se quedaron dos semanas en casa, y como los adultos aprendimos un poco de sentido común de los niños. Así fue como todo el mundo tuvo tiempo de volver a leer "El Principito", y entenderlo. Y así fue como entender que las victorias de verdad se ganan con unas armas que son invisibles a los ojos.